viernes, 18 de junio de 2010

Un guerrero de la luz, antes de entrar en un combate importante, se pregunta a sí mismo: "¿Hasta qué punto desarrollé mi habilidad?"

Él sabe que las batallas que trabó en el pasado siempre terminan por enseñar algo. No obstante, muchas de estas enseñanzas le hicieron sufrir más de lo necesario. Más de una vez perdió su tiempo luchando por causa de una mentira. Y sufrió por personas que no estaban a la altura de su amor.

Los victoriosos no repiten el mismo error. Por eso el guerrero sólo arriesga su corazón por algo que vale la pena.


jueves, 17 de junio de 2010

SOLTAR...


Soltar

Una de las muchas maneras que tenemos de generar desencanto, infelicidad y juicios equivocados es aferrándonos a pensamientos y sentimientos que nos limitan. No es que el «aferrarse» sea inadecuado en sí mismo. El algo perfectamente apropiado en muchas situaciones. Por ejemplo, ni se me ocurriría aconsejar que no te aferraras al volante del coche que vas conduciendo, o a la escalera por la que subes.

Evidentemente, las consecuencias serían nefastas. Pero ¿te has aferrado alguna vez a un punto de vista que no te convenía? ¿Te has aferrado a una emoción pese a que no pudieras hacer nada para satisfacerla, enderezarla o cambiar la situación que parecía provocarla? ¿Te has aferrado a la tensión o la ansiedad una vez pasado ya el hecho inicial que las produjo?

¿Qué es lo contrario de aferrarse? Pues «soltarse», por supuesto. Tanto el aferrarse como el soltarse forman parte del proceso natural de la vida.

Soltar, o liberar, es una capacidad natural con la que todos nacemos, pero cuyo uso se nos va condicionando a medida que nos hacemos mayores. Donde la mayoría nos quedamos estancados es en el hecho de que no sabemos cuándo corresponde soltarse y cuándo aferrarse. Y muchos optamos erróneamente por lo segundo, a menudo en nuestro propio detrimento.

Hay unos pocos sinónimos de aferrarse y soltarse que probablemente esclarecerán bastante este punto: cerrar y abrir, por ejemplo. Cuando lanzamos una pelota, hay que mantener la mano cerrada a su alrededor durante buena parte del movimiento que hace el brazo. Pero si no abrimos la mano y soltamos la pelota en el momento preciso, ésta no llegará a donde queríamos que fuera. Hasta podríamos hacernos daño. Otros sinónimos son contracción y expansión. Para poder respirar, contraemos los pulmones para obligar a que el aire usado salga, y luego los expandimos, para llenarlos de nuevo. No nos podemos limitar a inspirar; para completar el proceso respiratorio también tenemos que espirar. Tensar y relajar los músculos es otro ejemplo. Si no pudiéramos hacer ambas cosas, nuestros músculos no funcionarían correctamente, ya que muchos de ellos lo hacen en pares opuestos. Es interesante señalar el componente emocional del aferrarse y el soltarse, y el grado en que nuestros sentimientos afectan a nuestro cuerpo. ¿Has observado que cuando uno está disgustado, muchas veces aguanta la respiración? En el proceso de respirar, si uno se aferra a emociones no resueltas, se puede inhibir tanto la inspiración como la espiración. La mayoría de nosotros también mantenemos una tensión residual en los músculos, que nunca nos deja relajarnos por completo. Una vez más, son las emociones no resueltas o reprimidas las que constituyen la base de esta restricción. Pero ¿por qué nos estancamos? Cuando reprimimos nuestras emociones, en vez de permitirnos experimentar plenamente nuestros sentimientos en el momento en que aparecen, aquéllas persisten y nos incomodan. Al evitar nuestras emociones, impedimos que fluyan a través de nosotros, transformándose o disolviéndose, y esto no parece bueno.


Hoy es un nuevo día y las cosas pueden ser mejores que ayer....
Todo puede cambiar, si yo pongo la energía positiva necesaria....
Quiero creer que puedo....
Quiero amar y saberme y sentirme amada....
Si Dios me mostrara que me ama y que soy importante al menos para El....